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laberinto de varo

  • 22 de junio 2016

Estoy en un laberinto – termino registrando al final de la particular transcripción del audio nº 28 de la noche del 29 de enero. Pero cuál -me pregunto. Y a quién hago caso… a Cortázar o a los demás.
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transito-de-remdios-varo
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Yo entonces parece cierto que debía de hablar y escucharme y traducirnos a ambas incluso en estado semi-hipnótico. Y estoy tan perdida al llegar a ese final que no logro ni hilar que quise decir con eso. ¿En qué sarcófago sellado se guardarán tan secretamente esos momificados residuos cerebrales que luego ni siquiera dejan rastros para este olfato tan trastornado por la peste del Amor?
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Y lo único a lo que le encuentro sentido es a este párrafo de aquel diálogo:
– Estoy en un pasillo perdida. En un pasillo de hotel. Salgo por la puerta. Miro hacia los dos lados y me voy como una ladrona (y esto según las pocas notas existentes sólo pude decirlo yo, porque se supone que de las dos soy la única que tengo conciencia). Me divierte irme como una ladrona (sí, ahí está Ella a continuación, convivimos en el espacio de una pausa inexistente). Ahora ya no es como antes. Ya no escondo nada. Ese hombre… ese hombre que no pasó la noche conmigo. Que se fue de mi cuarto como se van los amantes, ensordecido por mi olor, embozado… (y me consta que ya no, no es como antes porque ayer a la tarde cuando me convenció para escribirle me demostró que aún no lo era)
Que sepas que me haces pasar vergüenza.
-Los Amantes -insiste Ella. Nunca tuve una sensación tan grande de ser una Amante. Era una traición en regla . Él abandonaba mi cama para irse con ella. Para echarse a su lado y mecerla contra él. Le echo de menos. Le echo mucho mucho mucho de menos.
No imagino, no quiero imaginarlo. Cómo sería echarlo más de menos ( y sin duda esto ya lo digo yo pero ya no puedes no imaginártelo, querida mía, no tienes ningún remedio; ahora yo lo he sabido ya, y fuiste tú la que me hiciste concurrir de nuevo por esos trópicos infernales de la desazón y de la angustia. Donde te juré y te perjuré que no regresaríamos, pero fui yo quien estuvo allí sola, porque tú no estabas, ¿dónde estabas tú? No te sentí. Tú es evidente que te ausentas a placer de mí y nunca desciendes conmigo a mis avernos. Te quedas del otro lado de la Estigia y te veo sonreírme mientras me voy ¿Cómo voy a poder confiar en ti a partir de ahora? )
– No hablemos de eso. O dame al menos un margen. Recuerda aquello que te dije acerca de los tiempos que Él se sabía y tú no. Y sobre lo otro… esa parte que no podemos escribir nosotras… también podríamos saber donde encontrarla…
Pero NO ES NUESTRA
– ¿Y por qué piensas que no es lícito hurtar sensaciones? Dime, qué sentiste al leerla tú. ¿No sentiste, hipócrita de mierda, que eso es lo único que te habría gustado que te dijera a ti? Me tienes harta con tu estrecha moral de puta rancia. Aprende a relajarla y saldremos ganando las dos. Acuérdate, soy yo quien te da el siguiente pie: Soledad…
Tengo que escribir un cuento para la Soledad. Para cambiarle el nombre. Yo escribo cuentos. Quiero escribir cuentos para cambiarles el nombre. Cuento para la Soledad. Pensemos.
– No, no, no. Deja a la Soledad quieta de momento. Ya no es otra vez el tiempo de la Soledad. Aprende a disfrutar del instante. Las niñas con encanto sabemos como hacerlo. ¡Escucha! regresa a eso del Laberinto y Cortázar. Sospecho que podría resultar interesante. Dedícale aunque sea media hora. Hazlo por mí, Ana querida. Y luego hazme caso: hurta esas palabras. Trata de construirlo así. Ya que te las han regalado…
Esta bien. Lo haré. Pero no vuelvas a dejarme tan sola otra vez, por Dios.
– Ana. De veras que me asombras. No puedes ser tan chiquilla. ¡Ah, y una cosa más. Te prohíbo terminantemente que vuelvas a hacer lo que hiciste este mediodía! A mí ese Él me gusta también ahí. Así que le dejas tranquilo, que se ausente y regrese cuando quiera. Y si te duele te jodes. ¿Me lo prometes?
No pienso contestar a eso. Y me niego por activa y por pasiva a escucharte hablarme como si fueras mi madre. Terminantemente… ‘terminante-mente’. Sabes que odio esa palabra
– Pero Ana, no me hagas reír. Si no puedes evitarlo. Todo, querida mía, Todo lo que ha sucedido forma parte ya de lo Inevitable. Sí hasta Eli acaba de reírse de ti hace unos minutos. Ella tenía razón y no dudamos de que estuvieras muy jodida pero ahora ya estás contenta y no sé porque te empeñas en disimularlo. Es más, si no fueras tan infeliz habrías aprovechado mejor la ocasión.
Mira demonio…
– Ana… no te molestes en amenazarme. Ya sabes que conmigo eso nunca funciona

 

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Por: PUBLIRED